¿Cómo y por qué apareció “La Idea”?

¿Cómo y por qué apareció “La Idea”?

El legendario diario “La Idea” fue desde siempre un verdadero ejemplo de periodismo independiente, un ejemplo escaladiense.Un diario compenetrado con la situación de su pueblo de la mano del ilustre Mauricio Parada. Esta es una nota de su autoría publicada en la revista editada con motivo del 25to aniversario de La Idea, en 1940.

Fecha grata, cual la de cumplir una hoja periodística 25 años de existencia, obligada a recordar, máxime cuando se ha llegado a ellos sin etapas siguiendo siempre la línea recta, salvando los obstáculos para eitar las curvas y haciendo de la convicción un báculo para no caer en la transgresión.

Recordas la iniciación de “LA IDEA” es pues el propósito que me guía al trazar esta líneas, y el título que las encabeza es el que mejor le cuadra, puesto que ese es el tópico en que voy a concentrar mis recuerdos: ¿Cómo y por qué apareció “LA IDEA”?.

Lo lógico se explica por sí solo, pero lo ilógico es necesario explicarlo. Adquierir e instalar un taller de imprenta desconociendo en absoluto el manejo de las máquina y utensillos y tipos, así como todo lo que complemente las artes gráficas y sin tener a quien recurrir en procura de una ayuda, una indicación, un consejo, y posteriormente mi iniciación en el periodismo sin haber sido nunca un periodista, ni aún haber soñado que podría serlo, son causas que están al margen de toda lógica. Pero esto fue un efecto que, como en todos los casos, tuvo su causa.

La anterior guerra europea, iniciada al promediar el año 1914 y que luego se convirtió en guerra mundial, planteó un problema de difícil solución a las industrias que usaban la materia prima de procedencia europea, agravándose la situación por el hecho de que muchas de ellas fueron declaradas contrabando de guerra por las naciones en conflicto. La situación era mala y la que se prevía mucho peor. Había que prepararse para hacer frente a cualquier emergencia, y para, por lo menos, amortiguar los coletazos de la guerra que indudablemente nos iban a alcanzar.

Pensé en la imprenta no porque la conociera sino porque me atraía; tenía por ella cierta predilección, me halagaba que fuera tambien yo el primero que instalara una imprenta en el pueblo, a más de que ella me haría economizar una buena parte de lo que gastaba en impresos.

Resuelto ya a llevarlo a la práctica, me dediqué a la búsqueda de un modesto tallercito que estuviera inactivo y al alcance de mis recursos; pronto lo encontré, lo adquirí y trasladé. Promediaba entonces 1915.

Eficazmente secundado por mi esposa y nuestros pequeños hijos, me puse a la tarea de ordenar todas las máquinas y material para poner en funcionamiento el taller, y aún no conseguido esto me visitó un señor a quien sólo de nombre conocía, por haber sido director de uno de los periódicos que habían aparecido en el pueblo. A boca de jarro, me propuso que nos asiciáramos para la publicación de un periódico del que el pueblo carecía. De todas las propuestas y promesas sólo me agradaba la de que nuestro pueblo tuviera un órgano de publicidad. Con éste propósito invité a que me visitara en otra oportunidad, en el interín yo vería sin con el material de que disponía había posibilidad de realizar tal propósito.

Pronto me di cuenta de lo que podía hacerse; poco, muy poco; un periódico de un formato muy reducido, pobre y muy desgarbado, y esto a costa de muchas horas de trabajo y una gran voluntad, que suplirían en parte la falta de material. A pesar de todo esto resolví editar el periódico y así se lo hice saber en la segunda visita que me hizo, trayendo bajo el brazo una carpeta repleta de “promesas” en forma de originales, avisos y lista de suscriptores.

Le dicté mis condiciones: no estaba dispuesto a admitirlo como socio, pero sí a hacer un convenio verbal; él sería un colaborador, son la sola obligación de escribir los artículos de redacción, seleccionar las colaboraciones que se recibieran para su publicación y ocuparse de su cobranza; todo lo que no fuera esto, quedaba bajo mi exclusivo cargo. En lo concerniente a la parte económica quedó convenido que, de las entradas, se pagaría el papel, la tinta, la luz, el franqueo y las comisiones; el remanente lo percibiríamos por partes iguales.

Comencé la tarea con la sola ayuda de los míos, y en la primera semana del mes de septiembre de 1915 apareció la primera edición, con un título que, se aseguró, ya gozaba de prestigio y sólidas bases. A partir de esa fecha siguió apareciendo sin interrupción todas las semanas y, ya transcurrido varios meses, sin haber percibido yo un solo centavo, le pedí rindiera cuentas, pues ya eran muchos los pesos que había yo invertido en la compra de papel, tinta, pago de franqueo, etc. La respuesta fue “lo que hasta el momento había cobrado sólo alcanzaba para cubrir sus “gastos”, y que yo debía esperar hasta que las entradas aumentaran.

No me agradaba pasar por ingenuo, pero estaba decidido a que en el pueblo hubiera un periódico; por esto acepté el “razonamiento” a la espera de una oportunidad para deshacerme de un tan aprovechado colaborador. La ocasión no se hizo esperar. Un día pretendió inmiscuirse en asuntos que sólo a mí me concernían; lo llamé al orden, se insolentó y lo eché.

Al salir, desde el umbral de la puerta me gritó: “el periódico no saldrá más y el pueblo sabrá por qué y quién es el culpable”. “Váyase tranquilo -le respondí- el periódico saldrá y seguirá apareciendo en cuanto de mi dependa, se lo aseguro”.

Así fue, sin una sola interrupción, con tan sólo el cambio de título y el agregado del lema “del pueblo y para el pueblo”; seguí publicándolo.

Hasta aquí la explicación de cómo y por qué apareció LA IDEA, pero no cerraré este relato sin antes recordar, agradecido, a los que en los tiempos más difíciles me brindaron su eficaz y desinteresada colaboración.

Los años 1916, 17 y 18 fueron recios, sometiendo duras pruebas a todas las actividades del país; la guerra se había extendido a la mayor parte del mundo; el comercio y la industria se tambaleaban; el papel, la tinta y todos los implementos de la imprenta alcanzaron y superaron los precios más exhorbitantes; el producido del periódico no alcanzaba a cubrir el costo de los materiales más indispensables para su publicación; el franqueo y gastos menores así como mi trabajo y el de los míos eran “yapa”; el déficit lo cubría con el producido de los trabajos particulares que me encomendaban, pero esto no era lo que más me desilusionaba.

Recibía muchas colaboraciones de autores noveles, algunas muy buenas, pero todas de carácter literario: prosa y versos. El propósito que me guiara a fundar un periódico fue el de propender al adelanto de nuestro pueblo. En el entonces Talleres había muchos y muy fundamentales problemas que resolver, muchas deficiencias que corregir para hacer cómoda la estada de los vecinos e impulsar el progreso de la población. Sobre todo esto había que escribir, machacar. Abarcar yo solo toda esta tarea era superior a la capacidad de mis fuerzas, puesto que tenía que dedicar todas las horas del día y muchas de las noches al trabajo, que me proporcionaba lo indispensable para el sostenimiento de la casa, incluso del periódico.

De esto me lamentaba en una reunión de amigos que a menudo efectuábamos en el local de la primera institución social fundada en la localidad.

De entre los presentes surgió una voz para decirme: “por eso no se aflija, si yo puedo serle útil estoy dispuesto a ayudarlo”. Era Domingo Milone el que así hablaba. Ello me causó una gran satisfacción, reavivó mi optimismo e infundó nuevos bríos. Lo conocía a Milone, era capaz, activo y dinámico. Muy pronto sentí el alivio que su cooperación me proporcionaba.

A la ayuda de Milone siguió la del señor José F. Frías. Ambos habían sido directores de distintas publicaciones que aparecieran en la localidad. Luego la de los doctores Arturo Melo, padre e hijo, y varios otros, que por su fugaz colaboración no puedo recordar; pero muy particularmente a los nombrados, debe “LA IDEA” una buena parte de sus triunfos. Por esto me hago un deber al hacer público mi reconocimiento y hacerlos partícipes de la demostración popular que se me ofreció con motivo del 25to aniversario de esta hoja periodística. Es lo menos que puedo hacer en fecha tan destacada.